Hace varios años ya, yo era veterinaria y en un pequeño espacio de mi casa, tenía un taller donde a manera de hobby trabajaba con técnicas muy sencillas para hacer piezas de joyería.
Un día, visitando proveedores, me encuentro con una pared llena de hilos de chaquiras…
textualmente salivé, captaron completamente mi atención. Recordé los balines que coleccionaba de pequeña y los frascos de canicas y agüitas que con tanta pasión atesoraba. Fue encontrarlas sin saber que las estaba buscando. No sabía qué y cómo hacer con ellas, pero ¡las quería! Poco a poco aprendí a tejerlas, y a través de unirlas, conectarlas y experimentar, me encontré. Era tanta satisfacción la que me producía que tomé una aventurada y loca decisión: convertirme en joyera. Tenía que aprender orfebrería también.
No contaba con dinero para invertir en armar mi taller profesionalmente, así que tomé una segunda decisión aun mas loca… ser sobrecargo de aviación. Era el trabajo perfecto que me daría el tiempo para capacitarme y sueldo necesario para invertir.
Durante tres años conocí todo tipo de vitrinas, materiales y propuestas mientras aprendía, experimentaba y me capacitaba. Después de tres años monté mi taller con lo mínimo indispensable y entonces, di el “salto al vacío”. Siempre he sido aventurera pero esto superaba la razón. Me movía la pasión que sentía y la firme convicción de que moriría en el intento.
Hace 10 años de esto, los cuales han estado llenos de todo menos de vacío. Ha sido un placer recorrerlos y hasta los momentos complicados me han sabido a miel. Voy por los siguientes 10, aprendí que no importa a dónde y si, a seguir disfrutando del camino, ahora de la mano de mi equipo: Sura, Ivette, Giovanna, Fanny, Paty, Miriam y Angy.